Terminaba la primera entrega afirmando que a pesar de todo casi un millón de ciudadanos y ciudadanas han seguido apoyando a IU. ¿Podemos deducir de ello que hay espacio electoral para una fuerza política de izquierda alternativa de carácter estatal? A pesar de algunos análisis que insisten sobre el fuerte cambio experimentado por la sociedad española en los últimos años caracterizado por un importante aumento de esas denominadas clases medias que, al amparo de la bonanza económica, han visto mejorar su nivel de vida y, en consecuencia, se ha hecho más conservadoras; así como la asimilación desigual del fenómeno migratorio que ha generado que discursos tan sectarios e insolidarios como el del popular Cañete hayan calado en la capa más desprotegida de la sociedad española que han asumido ese discurso en la parte referente al riesgo de que los inmigrantes se queden con las prestaciones, las plazas escolares o las viviendas sociales que debiera corresponderles a ellos, considero que ese espacio político existe.
Para lograr ocupar ese espacio es imprescindible que seamos marxistas metodológicamente; es decir, que utilicemos lo que nos enseñó Don Carlos en el siglo XIX: analizar previamente la realidad que queremos transformar, para así poder tomar las decisiones necesarias. Pero algunos compañeras y compañeros confunden el marxismo como método de análisis de la realidad con la mimética aplicación de las políticas que se adecuaban a la sociedad del XIX o del XX a la actual del siglo XXI. ¡Cómo si la sociedad no hubiera cambiado!
Continuamos hablando de clase trabajadora sin más como si la mayor parte de la población siguiera trabajando en cadenas de producción. Continuamos hablando de estar en la calle y en los movimientos sociales como si los movimientos sociales no hubieran cambiado radicalmente y respondieran más a la resolución de inquietudes concretas que al componente de cambio social y político que caracterizaba a los movimientos de los años 70 y primeros 80. Continuamos hablando prioritariamente de federalismo o de república como si desconociéramos que la gran mayoría de esa población a la que decimos representar lo que realmente les preocupa es como hacer frente a los incrementos de su hipoteca o qué política económica proponemos para atacar la precariedad y el creciente incremento de las desigualdades. Continuamos siendo sensibles a muchas reivindicaciones corporativas de empleados públicos sin tener en cuenta que lo que realmente los votantes quieren es que la educación funciones y se ponga coto al fracaso escolar o que desaparezcan las listas de espera sanitarias y se frene el deterioro del sistema público de salud. Continuamos hablando de antiglobalización sin tener en cuenta que la globalización nos afecta directamente y que tenemos que dar respuestas concretas para compatibilizar los derechos y las medidas de protección a los inmigrantes con los derechos y las medidas de protección a la población autóctona afecta por la precariedad y la pobreza. Continuamos hablando de cooperación al desarrollo,y tenemos que seguir haciéndolo, pero sin contemplar como en nuestras propias ciudades exite un Carto Mundo para el que no proponemos soluciones. Continuamos criticando el desarrollo de las grandes infraestructuras viarias y de comunicaciones porque atentan contra el medio, pero sin explicar nuestras alternativas para procurar que la gente no pase 2 ó 3 horas en el trayecto entre su casa y su lugar de trabajo. Y así podíamos continuar haciendo este párrafo interminable.
La población, los y las votantes exigen a la fuerza política por la que optan soluciones a los problemas, no que le devolvamos sus problemas con más problemas, por muy sustentados en la "ideología" que esté nuestro discurso.
Hay algunos compañeros de IloveIU que están proponiendo un estudio sociológico para que nos ayude a comprender mejor la realidad. Sin estar en desacuerdo con ellos, opino que la experiencia y el conocimiento de la realidad en la que operamos nos faculta para que nosotros y nosotras nos atrevamos a realizar ese análisis. Pero debe ser un análisis sin apriorismos y procurando la descontaminación previa de nuestros prejuicios.
En definitiva, pretendía dedicar esta segunda entrega a definir propuestas concretas para contribuir en lo que, en mi modesta opinión, debe ser nuestro futuro discurso político, pero como los expertos me han insistido mucho que los textos no deben ser excesivos, me temo que deberé dejarlo para próximas entregas, alterando el calendario previsto.
En la próxima intentaré con honestidad y sin complejos escribir sobre el mito de los movimientos sociales.
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