martes, 30 de junio de 2015

EL DEPORTE FEMENINO EN LOS MEDIOS ¿OTRA VEZ UN ESPEJISMO?

He escrito en diversas ocasiones y en foros variados que el ámbito en el que más se manifiesta la discriminación de las mujeres es en el deportivo. Muy diversas son las  causas: la política deportiva de las administraciones públicas, la falta de atención de la mayoría de las federaciones a la parte femenina de su deporte, el desinterés del público o simplemente los usos y costumbres. Parece creencia general que el deporte profesional protagonizado por mujeres es menos espectacular que cuando son hombres quienes lo practican.
Pero la máxima responsabilidad está en los medios de comunicación. La excusa suele ser la falta de audiencia, pero ¿cómo se va a aficionar alguien a algo que no se ve, de lo que no se informa, que es clandestino?

Estos días finales del mes de junio se ha podido atisbar alguna esperanza para el deporte femenino. Con el fútbol de vacaciones, parece que los medios encuentran tiempo para otros deportes y también para las competiciones de selecciones nacionales femeninas. Hemos tenido dos ejemplos. El fútbol femenino, aunque ha tenido mayor repercusión el conflicto jugadoras-seleccionador que el propio espectáculo competitivo; y el baloncesto. La novena medalla de la selección femenina de baloncesto en quince años ha tenido cierta acogida en prensa escrita, radios y televisiones.

Es más ilusiona ver las noticias deportivas de TV1 los fines de semana. Sus redactores Marc Martín y Arseni Cañada han introducido el multi deporte en la información televisiva. ¡Un soplo de aire fresco! Se nota que son gente que viene del baloncesto. También es de agradecer la labor de Teledeporte apostando por el baloncesto, también el femenino; el hockey, el vóley, el triatlón, el bádminton, el fútbol-sala, etc. Saludo especialmente el compromiso de retransmitir en los próximos días el europeo femenino sub 20 de baloncesto.

Incluso los medios más indecentemente machistas, Marca y As, quienes usan la figura de la mujer casi exclusivamente como “mujer de” o por su lado erótico, se han hecho eco de alguno de los éxitos del deporte femenino español; aunque, eso sí, sin hacer un seguimiento adecuado de la competición. ¡Qué difícil era buscar en las web de esta prensa  noticias del Campeonato de Europa de Baloncesto femenino! Como mucho aparecía una pequeña reseña en una esquina y muy debajo de la página.

¿Una esperanza para el cambio? ¿Los/as  aficionados/as al baloncesto femenino, o a cualquier otro deporte protagonizado por mujeres podremos informarnos también por la prensa deportiva generalista? ¿O tendremos que seguir acudiendo únicamente a los medios digitales especializados en nuestro deporte favorito?

¿Será un nuevo espejismo? Recuerdo lo celebrado que fue el subcampeonato mundial español de basket femenino de 2014, subcampeonato que coincidió con el relativo fracaso de la selección masculina cuando era favorita y jugaba como local. Tuvo una gran acogida en los medios, pero ¡ay! llegó la competición de Liga española y ni una línea en la prensa. Una vez más se hablaría de que Sergio Llul o Sergio Rodríguez podrían recalar en la NBA, olvidando que Anna Cruz y Marta Xargay sí acudirían a jugar la WNBA con toda seguridad.

Me temo que llegará el otoño y regresará la “normalidad”. De nuevo será la dictadura del fútbol e importará más el peinado de Cristiano Ronaldo o el tatuaje de Messi que el devenir de las competiciones españolas de otros deportes y menos aún de las femeninas.


Algo habrá que hacer. La Federación Española de Baloncesto y su colaboración con Teledeporte ha abierto el camino. No es suficiente, pero se trata de un principio sobre el que profundizar.

CALLE HATSHEPSUT

Ubicación:

Barrio de la Luna. Arranca en la rotonda que parte la Avenida Víctimas del Terrorismo a la altura del patio del CEIP Mario Benedetti y finaliza en la rotonda en la que confluyen las calles Princesa Wallada, Las Trece Rosas y Dulce Chacón. En ella confluyen las calles Guillermina Medrano, Juana Doña, Mariana Pineda, Victoria Kent  y Simone de Beauvoir.

Longitud:

538 metros.

Marco temático:

Su entorno se caracteriza por calles con nombres de personajes femeninos.

El nombre:

Hatshepsut  (¿1495?-¿1457?) faraón de Egipto entre 1479 y ¿1457? antes de nuestra era.
¿Por qué alguien nacido hace más de 3.500 años? ¿Qué motivo hay para incluir a una egipcia de la época faraónica en el callejero de un barrio repleto de nombres de mujeres más o menos contemporáneas?

Mujeres luchadoras por la libertad en España como Juana Doña, escritoras contemporáneas como Dulce Chacón o internacionales como Simone de Beauvoir, símbolos nacionales e internacionales como Las Trece Rosas o las Madres de la Plaza de Mayo, una poetisa andalusí como la Princesa Wallada, políticas como Victoria Kent o Clara Campoamor, hasta la inefable Concha Piquer tenían un lugar en el callejero del barrio, pero faltaba alguien. Alguien que simbolizara el poder  y a la vez la lucha por ser reconocida en un tiempo, como casi en todos, en que ese poder era reservado en exclusividad al género masculino.

Se pretendía que el nuevo espacio urbano se convirtiera en  un homenaje a las mujeres y que además sirviera para compensar la abrumadora mayoría de nombres masculinos de nuestro callejero. Además era preciso reconocer a la Historia, esa Historia, casi siempre escrita por hombres y que ha relegado a la mujer a un segundo plano, siempre dependiente del varón de turno. Diversos personajes podrían haber respondido a este perfil buscado, desde la reina Toda de Navarra, hasta Hypatia de Alejandría;  incluso la propia Isabel I de Castilla, la reina católica; o la Malinche, aquella indígena que, bautizada como Marina, fue tan importante para que Hernán Cortés conquistara México.

Las biografías de todas ellas tenían elementos muy importantes a considerar, pero también les faltaba algo. Toda, la reina, trabajó para que el protagonista fuera su nieto Sancho, Isabel compartió el poder con Fernando, la Malinche negoció con sus compatriotas para favorecer las intenciones de Cortés, e incluso Hypatia, con su gran valía, tuvo como su objetivo principal la ciencia más que su reivindicación de género.

En cambio  hubo una mujer, aunque haya que remontarse 3.500 años, que  respondía a ese perfil buscado. No sólo fue la primera mujer en hacerse con el poder absoluto en un mundo dominado por  hombres, sino que tuvo que luchar contra hombres para lograrlo. Primero con su padre, Tutmosis I, después con su marido y medio hermano Tutmosis II y más tarde con su hijastro y yerno Tutmosis III quien terminaría sucediéndola en el trono. Y para lograrlo tuvo que contar con cómplices, cómplices también hombres, pero que trabajaron para que ella lograra su objetivo: reinar sobre Egipto, reinar sin tener que estar bajo el manto de un varón. El más ilustre y controvertido de esos hombres  fue Senenmut, que se convirtió en su consejero, su arquitecto  y el preceptor de sus hijas. Un hombre  muy importante para la reina-rey, pero que siempre estuvo a su servicio, defendiendo los intereses de aquella.

Hatshepsut  fue una adelantada a su tiempo, una “feminista” del siglo XV a.C. que tuvo que luchar con inteligencia, con sagacidad y con determinación para conseguir su objetivo. ¿Por qué ella,  hija de la esposa principal del faraón, más inteligente que su medio lelo hermanastro Tutmosis,  y que además conocía a la perfección los instrumentos para ejercer el poder no podía convertirse en reina? ¿Por el simple hecho de ser mujer?

Y ahí empieza su historia.

Nació hacia 1495 de  Ahmés, esposa principal de Tutmosis y nieta del faraón Amenofis I.  Como era tradición su madre la nombró al nacer Hatshepsut que significa “la primera entre las nobles”, en el año XII del entonces rey Amenhotep I. Su madre era la portadora de la legitimidad dinástica ya que era hija del gran Ahmés, el libertador, el primer faraón de la Dinastía XVIII, la más brillante de la historia egipcia, el gran rey que había vencido y expulsado a los invasores hicsos.

Cuando nuestra protagonista tenía apenas nueve años murió el rey y su padre se convirtió en el Toro poderoso, en el dueño de Egipto. Desde su niñez, Hatshepsut destacó por sus grandes dotes intelectuales y por su capacidad de liderazgo. Ya en el año VI del reinado de su padre, fue asociada a ciertas funciones reales cuando apenas tenía dieciséis años. Incluso participó acompañando a su padre en diversas expediciones en las que tuvo la oportunidad de aprender los resortes del poder, así como los misterios de la religión. Su padre tuvo más hijos, aunque con esposas secundarias. Un año después de Hatshepsut nacería Tutmosis de Mutnefer. A diferencia de su medio hermana, Tutmosis no se distinguió por sus capacidades intelectuales, ni siquiera por su determinación. Pero era varón. El único varón que sobrevivió a su padre.

En el año VII de Tutmosis I, Hatshepsut y su medio hermano Tutmosis contrajeron matrimonio. Ella era un año mayor que él. De la real pareja nacería Neferuré, una niña. En el Egipto antiguo eran habituales los matrimonios entre hermanos. Es más, si Tutmosis quería tener opciones para suceder a su padre debía casarse con Hatshepsut que era la que otorgaba la legitimidad dinástica al ser hija de la esposa principal y estar directamente emparentada con los fundadores de la dinastía.

A la muerte de Tutmosis I le sucedería el hijo que había tenido con su esposa secundaria Mutnefer, Tutmosis II; quien, como ya he señalado, había sido legitimado al casarse con Hatshepsut. Un año antes de la muerte de su padre, Tutmosis II había tenido un hijo con su concubina la dama Isis, que también recibiría el nombre de Tutmosis. Se convertiría años más tarde en el tercero y más grande de los cuatro que compartieron nombre de nacimiento.
Tutmosis II sólo reinó tres años y murió sin apenas haber destacado en nada. Ya durante su breve reinado empezaría a destacar un personaje, de origen modesto, que desempeñaría un papel primordial más adelante. Se trata de Senenmut. Éste había ascendido al puesto de preceptor de la hija real Neferuré. Parece que también lo sería de la segunda hija de Hatshepsut y Tutmosis, Merytré-Hatshepsut; aunque los datos sobre esta última son mucho más difusos.

Era el tercer día del primer mes de shemu cuando murió el rey (aproximadamente el final de abril de nuestro 1479 a.C.). La situación que se presentaba a la muerte de Tutmosis II era compleja. Su hijo varón, Tutmosis tenía apenas tres años. En cambio, la Gran Esposa Real era una mujer joven de 25 años, pero curtida en el ejercicio del poder. Se da inicio a la etapa que los egiptólogos definen prudentemente como la corregencia, aunque la toma de decisiones y el poder efectivo lo detentaría Hatshepsut. Estaba formada, tenía claras las ideas de lo que quería para el progreso de Egipto, contaba con el apoyo de funcionarios afines como  Hapuseneb, Thutiy, Nehesy, el que sería su visir Useramón y, por encima de todos el que fue su hombre de confianza, Senenmut.

Hatshepsut entre 1479 y su extraña desaparición de los textos hacia 1457 fue la cabeza visible, el verdadero faraón de una de las etapas más brillantes de la Historia de Egipto. Erigió obeliscos en Karnak, promovió obras en distintos lugares de la geografía nilótica, impulsó la famosísima expedición al País del Punt (en la actual Somalia) y nos dejó su templo funerario de Deir el Bahari, el Djeser-djeseru  o ”maravilla de las maravillas”.

En las paredes de su extraordinario “Templo de millones de años” podemos admirar en detalle el desarrollo de esos acontecimientos; destacando la extracción y transporte fluvial de los obeliscos que serían implantados en Karnak y la expedición al Punt, lugar de donde se traía el “olíbano”, una especie de incienso imprescindible para las ceremonias religiosas. ¿Para qué depender del comercio exterior? Hatshepsut logró traer a Tebas, su capital y ciudad de residencia, los árboles de los que se extraían esas resinas aromáticas. Es impresionante ver el detalle con el que se representa la aventura, incluyendo la extracción, conservación en enormes macetas y el transporte de los grandes árboles del Olíbano. Por entonces la reina casaría a su hija Neferuré con el futuro Tutmosis III.

Pero lo que quizás sea más impactante es la representación de su Teogamia. Hasta el año VII de la corregencia Hatshepsut no fue entronizada. Esperó al momento oportuno, cuando ya había consolidado su poder y minimizado las reticencias de la nobleza. Tenía 31 años y adoptó el nombre de Maatkaré. No obstante tenía que fundamentar sus derechos al trono y así, con el apoyo de Senenemut, organizó la representación de su nacimiento como descendiente directa de Amón. Amón, tomando la forma corpórea del rey Tutmosis I, se unió carnalmente con la Gran Esposa Real, Ahmés para concebir a Maatkaré. La escena está representada en su templo de millones de años de Deir el Baharí.

De esta manera, la reina Hatshepsut se legitimaría para ejercer el título real en nombre propio al ser hija carnal del propio dios Amón. Desde ese momento, los cartuchos de la reina incluirían, además del Hatshepsut, el apelativo de Khenmetamon “la que está unida a Amón”.

El reinado de Hatshepsut se caracterizó por su gran cantidad de realizaciones arquitectónicas, por sus expediciones comerciales y por haber sido un periodo de paz, con escasos conflictos bélicos.

Se cree que tras 21 años de corregencia Hatshepsut murió, dejando a su “corregente” como faraón único bajo el nombre de Tutmosis III. Egipto era un país próspero y sin conflictos y estaba en las mejores condiciones para iniciar su expansión, tal y como hizo el nuevo rey guerrero.

Muchas son las incógnitas que quedan de su reinado, casi todas causadas por la sistemática destrucción de las imágenes de la reina y de muchas de sus realizaciones efectuadas con posterioridad. Es más, el nombre de Hatshepsut  fue eliminado de todas las listas reales y, hasta doce siglos más tarde no sería rehabilitada. Fue Manetón, el gran historiador de la época ptolemaica a quien debemos la organización en dinastías de la historia egipcia, quien recuperaría a nuestra Maatkaré, incluyéndola en la XVIII Dinastía entre Tutmosis II y Tutmosis III. ¿A qué se debió esa “damnatio memoriae” de las imágenes y nombre de la reina? ¿En qué época se produjo? ¿Fue Senenmut algo más que el mayordomo de la reina, su arquitecto y preceptor de sus hijas? La investigación sigue abierta. Pero lo  indudable es la lucha de la gran Hatshepsut por ejercer como faraón (el término faraón empieza a usarse en su reinado) en nombre propio y no como complemento de ningún hombre.

De ahí, que en Rivas-Vaciamadrid tengamos una calle con un nombre tan raro: Hatshepsut

viernes, 26 de junio de 2015

LAS CALLES DE RIVAS

¿Quién decide los nombres de las calles de nuestras ciudades? Sus ayuntamientos en sesión plenaria. Poner nombre a calles, plazas y avenidas es competencia municipal.

Recorrer las calles de un pueblo o ciudad es un ejercicio interesante para que podamos hacernos una idea de la historia del lugar, de los principios ideológicos o políticos que han dominado entre sus gobernantes o de la idiosincrasia de sus gentes.

Los nombres no son neutrales, sino que responden a una idea dominante, a una forma de ver el mundo. Es cierto que, conforme más antiguas sean las ciudades, más se diluirá ese componente ideológico; aunque no es menos cierto que si conocemos la evolución histórica del lugar podremos comprender mejor los cambios producidos en la denominación de sus calles. O incluso al revés, del análisis detenido del callejero seremos capaces de extraer conclusiones sobre la historia de la ciudad y la antigüedad de sus barrios, incluso cuando no quede ningún edificio en pie de la etapa  original. Un ejemplo más que evidente de esta afirmación lo muestra el callejero de los núcleos medievales de ciudades españolas y europeas. Nombres como “calle Especerías” o “calle Carretería” de mi Málaga natal recuerdan a la época en que los talleres gremiales de un mismo oficio se ubicaban en las mismas vías.

Mucho más fácil es conocer la historia política de un lugar cuando su desarrollo se ha producido en un tiempo relativamente corto. Incluso en estos casos, si leemos las cartelas de las calles con atención y actitud crítica, podremos extraer muchas conclusiones.

¿Qué criterios se suelen utilizar para denominar el entramado viario de un lugar? Son muy diversos y nunca responden a un único motivo. Nombres de personajes de la política, las artes o las letras; topónimos, ya sean ciudades, países, espacios naturales o monumentos; nombres de conceptos filosóficos, valores o principios; nombres mitológicos y  religiosos;  nombres de hechos históricos, de personajes del cine, de la literatura, … e incluso del cómic. Asimismo hay ciudades que tienen la norma de no usar denominaciones relacionadas por personajes vivos.

Pero hablemos de Rivas, de Rivas-Vaciamadrid. Los nombres del Casco Urbano tienen que ver con sus  tradiciones, con personajes singulares o fechas relacionados con la historia local: Alcalde López Santero, Marcial Lalanda, 19 de abril, San Isidro, …

La primera expansión del municipio por el Oeste tuvo como protagonista al movimiento cooperativo. Y fueron las propias cooperativas las que propusieron al Ayuntamiento la denominación de sus calles; alguna, incluso previo referéndum entre sus vecinos.

Finalmente será el propio Ayuntamiento, previa propuesta realizada por  una comisión creada al efecto, la que directamente asuma la responsabilidad de completar el callejero de la ciudad. Y muchos han sido los nombres que  ha habido que  poner en los últimos años, porque enorme ha sido el desarrollo urbanístico y, por tanto, el número de calles a denominar.

Nuestras calles, incluso desde aquella época en la que eran las cooperativas las que decidían previamente lo que posteriormente el Pleno municipal ratificaba, responden mayoritariamente a ejes temáticos por barrios y zonas concretas.  Estos ejes temáticos sólo eran rotos por nombres que querían destacar un momento específico, a una persona singular o algún acontecimiento coyuntural. Ejemplos  son “Plaza de la Libertad, Jesús Sánchez Martínez”, “calle Agustín Sánchez Millán”, “calle Andrea R. González”, “calle Pablo Lima Pro”, “calle Eduardo López Hernando”, “calle Aurelio Moya” o “calle Aurelio Álvarez” entre otras.

Mitología greco-latina, poetas de la Generación del 27, provincias y ciudades, naciones europeas, flores y plantas,  animales, lagos, parques naturales, autores literarios contemporáneos, valores y principios, nombres de mujeres, etc., organizan nuestro callejero; callejero que, a diferencia de nuestra vecina Madrid, integra muy pocos nombres de políticos españoles. Que ahora me vengan a la memoria sólo Juan Carlos I, Manuel Azaña, Pablo Iglesias –el fundador de la UGT y del PSOE-, Fernando de los Ríos, Dolores Ibárruri y Federica Montseny, además de los alcaldes de Rivas-Vaciamadrid anteriores a la reconquista democrática.

A veces poniendo el nombre a determinadas calles, el Ayuntamiento ha pretendido llamar la atención y tener repercusión mediática. Y en un momento determinado en que era uno de los objetivos básicos era  trabajar por la identificación de la población con su ciudad, escapando del efecto ciudad dormitorio, se tuvo una feliz idea que consiguió reportajes en prensa escrita, radios y televisión, una buscada controversia que generó popularidad. Fue la decisión, difícil de hacer entender incluso a algunos de los miembros del propio gobierno, de poner a todo un barrio  nombres de cómics clásicos. De entonces proceden nuestras “calle Mortadelo y Filemón”, “Capitán Trueno”, “Rúe del Percebe” o “Anacleto Agente Secreto” entre otras. ¡Cómo me habría gustado vivir en Rúe del Percebe, 13!


Más adelante, si mi natural pereza no me lo impide, pienso seguir escribiendo sobre las calles de nuestra ciudad, refiriéndome al personaje o concepto que le da nombre. Empezaré por la que quizás sea la única calle de Rivas-Vaciamadrid cuya denominación fue propuesta por mí.

Cuatro años después

Este blog me lo abrió en su momento Ricardo Royo con el fin de interactuar en la campaña electoral del año 2007. Entonces era concejal del Ayuntamiento de Rivas y candidato en la lista de IU que encabezaba mi amigo José Masa.
Elegí el nombre de aldea gala y redacté una presentación que no quedó nada mal. Ahora, tanto tiempo después, he decidido retomarlo.
Entonces opinaba desde dentro y con un claro objetivo político electoral, ahora lo haré desde fuera y sólo impelido por la necesidad de escribir. Lo primero que he hecho es cambiar la imagen del blog. Antes me lo hacían todo, menos escribir; ahora lo hago yo desde mi torpeza instrumental. El cambio del diseño de la página quiere simbolizar ruptura con la etapa pasada. Pero también quiero que haya cierta continuidad. Ésta la expreso en el hecho de mantener el texto que presenta el blog y su título. A pesar de que me cuesta identificarme con quienes ahora lideran los destinos de esta maravillosa ciudad, me siento partícipe de su vida y solidario con su ciudadanía.
¿Qué temas tocaré en esta nueva etapa? Los que me dé la gana -disculpad la grosera expresión-, aquellos que sienta la necesidad de comunicar. Y dada mi tendencia a la dispersión seguro que serán muy diversos. Escribiré sobre Rivas-Vaciamadrid, su brillante pasado y su incierto futuro; sobre Málaga, mi otra ciudad; sobre educación, sobre deporte, sobre todo baloncesto femenino; sobre Egiptología, sobre viajes; ... ¿O quizás sobre nada? El tiempo lo irá diciendo.