El pasado fin de semana estuve en Málaga, mi tierra, el lugar donde nací y viví los primeros 21 años de mi vida. Como ciudadano del mundo que no cree en las fronteras, pero sí en la identificación con los concreto, con lo tangible, con los afectos, con lo subjetivo; como ciudadano del mundo que no tiene apego a ninguna estructura territorial intermedia; como persona que se autodefine como malagueño, ripense y ciudadano del mundo, me resultó especialmente gratificante pasear por el eje Plaza de la Marina - Larios - Granada - Plaza de la Merced, con regreso vía Alcazabilla -Plaza del Obispo sin verme obstaculizado por los coches; me sorprendió muy positivamente contemplar nuevos edificios del Centro Histórico rehabilitados con buen criterio.
Málaga, desde el boom turístito de los años 60 y 70 del pasado siglo, había sido únicamente considerada por su extraordinario clima y por su capacidad de atracción de su litoral. Dar prioridad absoluta a la proyección turística de sol y playa generó el abandono de la identidad cultural y urbana de la ciudad. Hoy, cuando estamos entrando en el último tramo del primer decenio del siglo XXI, parece que Málaga vuelve sobre sí misma buscando sus raíces históricas, haciendo un esfuerzo por recuperar arqueológicamente su pasado fenicio, griego y romano; retomando su etapa islámica y recreando su brillante siglo XIX cuando se convirtió, hasta la crisis de la filoxera, en el tercer n´ñucleo de desarrollo industrial de España.
Las excavaciones arqueológicas que se están desarrollando en la calle Alcazabilla, en pleno Centro histórico, frente al Taeatro romano; la rehabilitación de edificios, la recuperación de la calle Larios para uso ciudadano; la peatonalización progresiva del Centro, a pesar de la pacata oposición de los comerciantes; la recuperación del eduificio de la Aduana como Museo de la Ciudad; todo ello unido al gran impulso que supuso la inauguración del Mueso Picasso en un bello edificio renacentista restaurado al efecto, son actuaciones que han logrado, por un lado reconciliar a los malagueños con su ciudad y por otro desarrollar un nuevo polo de atracción desde lo cultural que debe complementar el tradicional polo de sol y playa.
Soy consciente que mi visión de la ciudad es parcial, que puedo haber caído en el deslumbramiento del turista que sólo visita el salón de la casa colocado al efecto y elude pasar por el cuarto trastero o por las cocinas. Y que además que ese salón estaba especialmente decorado con motivo de las fiestas navideñas; decoración, por cierto, realizada a partir de un diseño integral especialmente brillante. Pero también vi lo que vi y sentí lo que sentí. Las calles tomadas por la gente, gente paseando y viviendo la ciudad, gento que no iba de compras, estatuas humanas rodeadas de personas, grupos musicales improvisados tocando, una mujer del este cantando la malagueña de Lecuona acompañada de un acordeón, una exposición temporal de esculturas de Rodin, etc.
Y esta positiva evolución de la ciudad se ha producido fundamentalmente desde que vio la luz el siglo XXI, aprovechando el tirón que supuso mediáticamente la implantación del Museo Picasso, y con un gobierno municipal del Partido Popular.
Atrás han quedado los intentos fallidos de innovación urbana liderados por el entonces gobierno municipal socialista, atrás quedó esa política municipal desconectada de la ciudadanía que llevó al PSOE a convertirse en la tercera fuerza política enlas municipales de 1995. También atrás quedó la oportunidad perdida por Izquierda Unida en Málaga de haber logrado la Alcaldía de la ciudad en aquel año, cuando la candidatura encabezada por Antonio Romero obtuvo más del 30% de los votos y se convirtió en la fuerza política mayoritaria de la izquierda, pero se dejó gobernar al PP en minoría y consolidarse hasta ahora. ¡Qué daño ha hecho el anguitismo!
Pero en esa Málaga de magnífico escaparate también hay problemas, muchos problemas. En ese mismo centro histórico, aquella noche de diciembre con 18 grados a las 9 de la noche, ví un grupo de jóvenes concetrados exigiendo respeto a los movimientos sociales, ví un grupo de hombres y mujeres con carteles reclamando una vivienda digna, viví las dificultades que tiene un ciudadano que quiere reciclar sus residuos, pasé por La Palmilla y observé las necesidades de intervención social, ...
Problemática social, defensa medioambiental que seguro hoy serían menores si, en su momento IU y PSOE hubieran cumplido con su deber.
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