Decíamos ayer que es imprescindible analizar la sociedad actual para que, una organización política como la nuestra que predica su transformación, pueda utilizar los medios adecuados para avanzar hacia sus objetivos. En esa misma línea, aunque sugiriendo un trabajo profesional, plantean en sus blogs los compañeros Paco Romero y Juan Martínez que es impresncindible ese análisis sociológico.
Yo desde un modesto atrevimiento y partiendo únicamente desde la experiencia, voy a osar avanzar algunos apuntes sobre mi visión de los movimientos sociales y de como éstos son radicalmente diferente de aquellos de los años 70 y primeros 80 a los que invocamos en nuestros discursos como si la Historia no hubiera actuado sobre ellos.
Con carácter previo y para evitar interpretaciones malintencionadas, quiero manifestar expresamente mi total respeto hacia el asociacionismo en general y, más en particular hacia las personas que se integran en un colectivo para defender una causa o derechos colectivos o simplemente para aunar esfuerzos ante un objetivo común.
Los movimientos sociales de carácter sociopolítico integral se han acabado. Ya no existen asociaciones vecinales que pretendan avanzar hacia el cambio social; las AMPAS no definen entre sus objetivos estratégicos la defensa integral del modelo público educativo, ni siquiera la calidad educativa en abstracto; los sindicatos, incluyendo los de clase, se han corporativizado, dedicándose más a defender los intereses concretos y específicos de colectivos, sin tener demasiado en cuenta los derechos ciudadanos o si se pone en peligro el progreso social; muchas ONGs se han convertida en meros órganos intermediarios de gestión de subvenciones públicas. Quizás los únicos movimientos sociales que conservan una visión sociopolítica global sean el feminismo, una parte importante del ecologismo, el movimiento antiglobalización, así como algunos emergentes como los que defienden el laicismo.
Uno de los elementos que han dado por un lado la vida y, por otro han facilitado estos cambios en los movimientos sociales, ha sido la dependencia de las subvenciones públicas, dependencia que limita su autonomía y que ha generado en muchos de ellos su transformación en empresas de gestión. La moderación del discurso socio-político y la profesionalización de muchos de sus cuadros dirigentes han sido causa y efecto a la vez de este cambio, aunque ni mucho menos son los más importantes.
El avance de la sociedad de consumo, la individualización creciente, el endeudamiento general hipotecario, el incremento de las jornadas laborales familiares que, con excepción del personal al servicio de las administraciones públicas, nos vemos obligados a admitir para hacer frente a las exigencias de ese consumo, la enorme oferta de ocio existente, etc. son causas mucho más significativas. Actualmente hay que ser un verdadero héroe o heroína, o tener unas convicciones socio-políticas muy acentuadas para vencer al neón.
Hoy los ciudadanos y las ciudadanas se asocian para el logro de objetivos concretos muy pegados al terreno. Así, por un lado prolifera el asociacionismo que agrupa a personas en torno al ocio, el deporte o la cultura; o, como mucho se constituyen Plataformas para la defensa de una reivindicación concreta, plataformas que se disuelven una vez logrado el objetivo.
Aunque sea políticamente incorrecto y, aparentemente contradictorio con lo que propondré después, no puedo dejar de realizar un comentario crítico acerca del papel que están ejerciendo los sindicatos mayoritarios en la sociedad actual. Ya lo apuntaba al principio al hablar de "corporativización" de los sindicatos de clase.
Soy afiliado a CCOO y antes lo fui de UGT. Nunca me habría planteado ninguna otra opción desde mi concepción de que el sindicalismo no sólo debe defender los intereses de los trabajadores y trabajadoras de su sector, sino que deben tener en cuenta a los trabajadores y trabajadoras en general. Esta realidad es especialmente importante y significativa en el sector público. Utilizando el ejemplo de mi sector profesional, los sindicatos de enseñanza deben tener en cuenta los derechos de profesores y profesoras, pero también los de los trabajadores y trabajadoras que llevan a sus hijos e hijas a los centros educativos. Lo mismo podíamos esgrimir sobre los sindicatos de la sanidad, del transporte, de las administracions públicas, etc. Pues bien, como resultado de la corporativización, así como de la mayor permisividad existente entre los gestores públicos, muchos de los cuales procedemos de los propios movimientos sindicales; los sindicatos, y a veces, sobre todo los de clase, vuelcan la presión reivindicativa y movilizadora sobre el sector público y abandonan a los sectores más desfavorecidos de la clase trabajadora. El efecto está siendo una cada vez mayor separación, tanto en salarios como en condiciones laborales, entre el funcionariado y demás personal directa o indirectamente ligado al sector público, y los hombres y mujeres que trabajan en la empresa privada, sobre todo en las pequeñas y medianas; dando lugar a la creación de una "aristocracia obrera" envidiada por aquellos y aquellas que están sometidos y sometidas a duras condiciones laborales y bajos salarios.
Acerca del papel de los sindicatos en las administraciones públicas escribiré más detenidamente en otra ocasión.
Completar un análisis riguroso sobre el papel de los movimientos sociales en la sociedad actual, así como de su capacidad de influencia será importantes para, por un lado, desarrollar una crítica constructiva sobre el papel de los mismos y de su relación con la organización política que queremos construir, así como para desacralizar alguna de nuestras viejas certezas que en algunos de nuestros compañeros y compañeras están más cerca del mito o incluso del dogma que de ese análisis crítico que debe imperar en la izquierda.
No obstante, sigo pensando que nuestro futuro deberá orientarse hacia un nuevo modelo de relación, desde el respeto, desde la consideración de la mutua independencia y desde la práctica colaborativa, con todo aquello que se mueva en la sociedad en direcciones confluyentes a nuestras propuestas. Así, el movimiento sindical, el movimiento ecologista, el feminismo, los movimientos solidarios o de defensa de las libertades y de los derechos civiles, etc., deberán estar en nuestro horizonte, pero sin prejuicios, ni apriorismo supuestamente ideológicos o fundacionales.
Para acabar esta entrega. A pesar de lo expresado, a pesar de mis planteamientos críticos, considero que la Izquierda Unida de futuro que todas y todos decimos querer construir, deberá en su proceso constituyente abrir un apartado especial y prioritario de debate para promover un acuerdo leal de colaboración y alianza preferente con el sindicalismo de clase.
4 comentarios:
coincido (desgraciadamente) con tu análisis. Saludos.
En el clavo.
Muchos han transmutado valores por intereses.
Bravo por atreverte con las ONGs: creo que la mayoría se han convertido en lo que siempre se ha llamado "contratistas", sólo que no responden ante nadie porque se les presuponen intenciones bondadosas y altruistas "per se".
Espero con ansia su interpretación del papel de los sindicatos en la función pública, que es un tema que me interesa. Un saludo.
Hipocritas.Criticais algo de lo que vosotros en rivas estais mamando.El ayuntamiento de rivas tiene toda una red de colectivos y orgnizaciones subvencionadas que viven de ello y estan a sueldo del sistema.
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